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jueves, 31 de mayo de 2012

La suerte de varas. Estimado lector, la idea de estas líneas van con la única finalidad de ayudar a entender a los nuevos aficionados un poco más sobre el por qué de la suerte de varas en la fiesta brava, podremos estar de acuerdo o no al respecto, pero estas líneas se basan en opiniones de gentes certificadas y en la experiencia personal de quien escribe estas líneas. La suerte de varas se realiza a caballo para casi finalizar el primer tercio de la lidia de toros a pie y sirve principalmente para dos motivos: el primero restarle poderío al toro y el segundo, para ahormarle la cabeza y el cuello de cara a la faena de muleta, todo ello sin inutilizarle, ni menoscabar el aparato locomotor. Y esta suerte nos permite también conocer y calibrar el grado de bravura y poder del astado que se está lidiando. Al toro se le debe picar en el tercio posterior del morrillo, pero dentro de esta área y, naturalmente, en el centro, no caído hacia un lado u otro, la razón (según lo han explicado ilustres veterinarios) es porque en esa zona hay una gran masa muscular y además, el “gran ligamento cervical” va desde la cruz, aproximadamente, hasta la cabeza, en ese ligamento se insertan los músculos que mueven la testa, que le permiten al toro pegar los derrotes. Debido a esta estructura la gran masa muscular impide que la puya llegue al esqueleto y/o articulaciones y sólo se lesionarían músculos y el gran ligamento, con lo cual el toro sangra y se descongestiona, se ahorma la embestida, humilla más y derrota menos. De ahí que un puyazo en el hoyo de las agujas se deba considerar como un puyazo trasero, y en la cruz como muy trasero. Los puyazos puestos más atrás del tercio posterior del morrillo, sobre todo si son caídos, pueden, por razones anatómicas, lesionar la parte ósteo-articular del animal, lo cual es frecuente, dificultando sumovilidad. Por ello podemos ver, con frecuencia, que al salir del caballo, muchos toros pierden las patas delanteras al haberse producido las mencionadas lesiones. Puyazos muy traseros y caídos pueden, incluso, llegar al pulmón provocando un neumotórax al toro, lo que le impedirá respirar normalmente. Vemos en ocasiones picar a un toro en la cruz y recibir el picador una fuerte ovación o inclusive un premio al final de temporada, ello que es un grave error, porque son los mismos que aplaudieron el mal puyazo y los que al mismo tiempo protestan airadamente porque el caballo traspasó, unos centímetros la primera raya, hecho que no tiene en verdad, la más mínima importancia. Se puede decir que la suerte de varas es el eje de la lidia de toros a pie y sus cometidos principales son: a) Descubrir las condiciones de bravura, temperamento, comportamiento y cualidades del toro. b) Ahormar o corregir lo descompuesto de las embestidas y restar poder a su embestida, para su posterior lidia y muerte, mediante puyazos en el morrillo, breves y dosificados. Y c) Cuando las condiciones sean propicias, crear belleza y transmitir la emoción de esta incomparable suerte. Para lograr esto debe realizarse según mandan los cánones: Cuadrar al toro ante su picador, quien debe ofrecer los pechos a tres cuartos del caballo (para evitar el tumbo) y provocar su embestida. Picar en el lugar señalado líneas arriba, echando el palo por delante (lo que se llama chorrear la vara) y picar en el morrillo del toro antes de que éste llegue al peto del caballo. Mientras el toro empuja, el varilarguero debe defenderse recargando su peso en la puya, echándose encima del palo y sacando su cuerpo de la montura sin rectificar ni barrenar, midiendo el castigo. No debe taparse la salida al toro ni hacerle la llamada “carioca” (dar la vuelta al caballo picando al burel), salvo en los casos de manifiesta mansedumbre. La importancia de este primer tercio para el desarrollo posterior de la lidia requiere que matadores, subalternos y picadores, cada uno en la medida de sus responsabilidades, ocupen su sitio, realicen la suerte correctamente, por derecho y sin ventajas, colocando bien al toro, midiendo el castigo y haciendo el quite tan pronto el toro haya sido picado, no masacrado; para que llegue en las mejores condiciones posibles para la faena de muleta.

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