miércoles, 8 de agosto de 2012
Manuel Díaz - El Cordobés
Nació: el 30 dejunio de 1968 en Arganda del Rey (Madrid)
Debut vestido de luces: 15 de agosto de 1983 en Abenójar (Ciudad Real)
Alternativa: 11 de abril de 1993 en Sevilla
Confirmación: 20 de mayo de 1993 en Madrid
Ha toreado más: de 1.300 corridas
Se puede discutir su forma de entender el toreo o si será verdad o no que es hijo del mítico Manuel Benítez, pero de lo que no cabe duda es de que, como persona, cae bien a todo el mundo. Sonrisa eterna, amable hasta con quien no conoce, divertido con el chascarrillo o la ocurrencia, siempre a punto y también sabe ser profundo en las conversaciones, con la fuerza y seguridad que da su sinceridad espontánea. Es Manuel Díaz “El Cordobés”, que cumplió 40 años el pasado 30 de junio.
Manuel Díaz “El Cordobés” celebró su 40° cumpleaños como no podía ser de otra manera: toreando y triunfando. Cortó tres orejas y salió a hombros por la puerta grande del coso El Plantío de Burgos. “Me ha hecho mucha ilusión, porque es la misma plaza en que conseguí mi primer gran triunfo como novillero”, dijo. El primer toro se lo brindó a su esposa, la venezolana Virginia Troconis, que, a diferencia de otras mujeres de toreros, suele acompañarle en muchos de sus desplazamientos siempre que sus hijos se lo permiten.
Contempló ilusionada como Manolo abría el paseíllo con su regalo de aniversario: un capote de paseo con una imagen de la Virgen de la Esperanza de Triana. “La he reñido un poco, caramba, que es que sólo me regalan cosas para trabajar”, comentó el torero con su habitual gracejo.
Fue una tarde llena de emoción y guiños al público. El traje que lució Manuel, azul pálido y oro, como él mismo contó, “es una réplica del primer traje que me puse por primera vez en mi vida, hace 25 años, el mismo color y el mismo bordado, porque, además de mi cumpleaños, son también mis bodas de plata como torero” . Y la plaza le respondió con la misma complicidad, regalándole, entre toro y toro, un precioso potro tordo y una gigantesca tarta con sus velas correspondientes que el diestro cortó con un cuchillo imitando su forma de entrar a matar, mientras el público le coreaba el “Cumpleaños Feliz”.
En un día tan especial, sólo faltó la felicitación de su supuesto padre, el mítico Manuel Benítez, para quien Manuel Díaz también tuvo su recuerdo. “Es el número uno, un monstruo, mi ídolo y lo tengo siempre presente. De hecho, el bordado del traje que llevo es imitación de un traje suyo. Todo lo que soy se lo debo a él y siempre le dedico algunos pases mientras toreo”, comentó antes de saltar al ruedo.
“En estos 40 años ha habido de todo, cuando no había para comer, pasaban muy lentos, ahora pasan más rapidito”, confesaba divertido. Los que hemos seguido la evolución de Manuel Díaz desde sus inicios recordamos a un joven impulsivo, arrollador, que no tenía un minuto libre ya fuera entrenando, viajando o tomando unas cañas con los amigos.
La madurez, y especialmente su matrimonio con Virginia Troconis y el nacimiento de sus hijos, lo han convertido en un hombre más sereno y sosegado, amante de la rutina, que se acuesta temprano y madruga cada día pero sin perder su aire campechano: “Tengo que estar al horario de los niños. Llevo una vida ordenada porque, desde que tengo hijos, tengo mucho más que perder y también mucho más que dar. Estoy feliz de lo que hago y de lo que siento”
Su rutina diaria, cuando no tiene corridas, comienza levantándose temprano. Sobre las 10, Manuel y Virginia empiezan su entrenamiento en un gimnasio de Sevilla, donde pasan tres horas diarias practicando especialmente el método Pilates: “Estar fuerte y preparado es lo que te da la seguridad, el valor lo da tu fuerza, creer en ti” .
Aunque reconoce que, a veces, le da pereza: “Entonces le pido a Virginia que venga. Es una suerte que me acompañe, es una gran sufridora y yo, viéndola corriendo a mi lado ya soy feliz”. Todo son elogios para su esposa: “Somos un matrimonio que estamos juntos todo el día, bueno, menos cuando va a la peluquería. Es una gran suerte que esté conmigo, porque a veces necesitas que te empujen”.
Tras el intenso ejercicio, un breve paseo por las calles de Sevilla antes de comer y, por la tarde, visita al fisioterapeuta para recuperarse de las múltiples lesiones. Después, a su guarida, su rincón: “Cerro Negro”, la finca camino de Mérida donde igual entrena con sus vaquillas que se relaja paseando a caballo. Y siempre que puede visita a su madre, María Dolores, en la casa que le compró en Ginés, un pueblecito cercano a la capital andaluza: ” Una mujer luchadora que lo dio todo por sus hijos y ahora se merece que sus hijos lo den todo por ella, mil vidas que viviera yo no podría devolverle lo que hizo por mí” .
De niño pobre a hombre rico
Y es que estos 40 años de vida no han sido ningún camino de rosas. Pasó su infancia con su madre y sus seis hermanos menores en un pisito de Córdoba. Allí se ganaban la vida de forma muy humilde con un bar que regentaba su madre y que Manuel Benítez frecuentaba antes de nacer él. Desde niño supo quién era su padre. “Fue una etapa muy dura, los compañeros iban a las fiestas del colegio con su papá y su mamá y yo sólo iba con mi madre” , recuer da, pero reconoce que peor lo debía pasar su progenitora “porque había preguntas que no le podía hacer y tampoco le hacía, tú mismo te vas dando cuenta de lo que pasa…” .
Hace 40 años no era nada fácil tener un hijo de soltera: “Mi madre fue muy valiente y tiró para delante” . A Manuel nunca le ha importado que le considerasen un hijo ilegítimo, algo muy mal visto en aquella época: “Lo he vivido siempre como una cosa natural, así somos, nos juntamos, nos separamos, no pasa nada, lo único que sí me gusta pensar es que en el momento en que me concibieron por lo menos existiera un poquito de amor, pero lo pido más por mi madre que por mí” .
Acabó a duras penas la EGB, ya que prefería salir con los amigos. A los 14 años descubrió que quería ser torero, se matriculó en una escuela taurina de Córdoba y consiguió participar en algunas novilladas. Pero no acabó de cuajar. Trabajó de lavacoches, ayudando en una bodega e incluso tuvo que sobrevivir gracias a la caridad de sus amigos. Pero seguía empeñado en ser una figura del toreo “y millonario” cuando, finalmente, conoció al que sería su apoderado durante muchos años, Paco Dorado, que le consiguió muchas novilladas especialmente en América, donde empezó a ganar dinero.
Que su padre podía ser el por entonces ídolo de masas Manuel Benítez “El Cordobés” “era un secreto a voces”, evoca Manuel. Tanto que recuerda perfectamente cómo el mismísimo Paquirri, aquella tarde de 1984 en Pozoblanco donde perdería la vida, le brindaba el primer toro a ese joven novillero de 16 años llamado Manuel Díaz: “Se dirigió a mí como “Pelillos “, cuando a Manuel Benítez le llamaban “El pelos”, por algo sería…” .
A Manuel Benítez, que nunca ha reconocido que fuera hijo suyo, asegura que le tiene “un cariño y una admiración en la distancia muy fuerte” . Y poco le importa que se haga o no las pruebas de paternidad: “Eso no es más que un papel, lo que yo tengo es una sensación y una fe que es más fuerte que unas pruebas de paternidad”.
Manuel Díaz asegura que cada vez que sale a torear “intento hacerle un homenaje. Y los puristas que se quejan de que haga el salto de la rana… pues yo soy quien soy. Además, cada salto de la rana que he hecho no veas el hambre que me ha quitado. Pero no trato de imitarle porque es inimitable”.
A sus 40 años recién estrenados, reconoce que es feliz, pero es evidente que sigue con esa espinita clavada en su corazón: “Sólo me falta por conseguir el abrazo de mi padre. Sueño con ese momento, es una ilusión que no he perdido de poder hacerlo algún día. Y si pasara, habría otra persona que aún sería más feliz que yo: mi madre. Desde ese momento, esa mujer ya se podría morir tranquila”. A Manuel nunca le ha dolido que le señalaran como alguien sin padre, “pero lo que sí me duele mucho es que se me quiera borrar, ¿por qué? Yo no he pedido existir, me han puesto aquí. Y yo no soy un problema, al contrario, soy una persona que admira, respeta y adora lo que soy y lo que es mi vida”.
No hace mucho, coincidieron ambos en un AVE de Madrid a Sevilla: “Nos cruzamos una mirada que duró un segundo, que para mí fue un año; me quedé muerto. No nos dijimos nada. Supongo que tuve miedo de la reacción y preferí quedarme con la duda antes que llevarme un chasco”. Manuel no descarta poder hacer en un futuro un mano a mano en la plaza con su padre, aunque Benítez ya cuenta 72 años de edad.
Manuel Díaz vive un momento dulce de su carrera y, aunque ha renunciado a participar en grandes plazas de primera, el pasado año se situó el primero del escalafón taurino en número de corridas, 98, y este año ya ha participado en una veintena de festejos.
Los peores momentos
Su juventud la recuerda “como un túnel con muchas luces y te apuntas a todas las salidas que ves”. Entre esas salidas estuvo la de tirarse de espontáneo en una corrida de Manuel Benítez, “que quizás no fue lo mejor, pero me ofrecieron un dinerillo y unas noviliadas si lo hacía y yo pensé en mandárselo a mi madre. También era una reivindicación, si me habían dado el privilegio de vivir, por lo menos que se me escuchara”, explicaba Manuel Díaz. Pero lo inhabilitaron para torear y estuvo al borde de la desesperación.
De las 16 cogidas que ha sufrido en su carrera, la doble cornada de Cali (Colombia) en 1998 fue la peor, con heridas en cara, cuello y espalda: “Ese día volví a nacer. Pero hay que arriesgar todas las tardes y, si es preciso, palmarla en el ruedo”, declaraba a Pronto en aquella ocasión. Con los años ha ido mutando su toreo, a veces circense, por un estilo más sobrio, aunque siempre arriesgado: “El miedo está ahí, el valor es superarlo.
A la muerte se le gana con ganas de vivir“, explicaba recientemente, aunque reconociendo que “las cornadas que más duelen no son las que te da el toro, son peores las cicatrices del corazón, sobre todo cuando te quieren borrar de este mundo o las de que tu madre no encuentre palabras para explicarte según qué cosas”.
Dos grandes amores
Vicky Martín Berrocal era hija del ganadero y empresario taurino José Luis Martín Berrocal. Se conocían desde las primeras épocas taurinas de Manuel “y ella fue la que me enseñó a vestirme de luces”. Tras cuatro años de noviazgo se casaron el 24 de octubre de 1997 y tuvieron una hija, Alba, nacida en diciembre de 1999. Se separaron en el 2001 de forma amistosa y mantienen una buena relación por el bien de la hija en común. El 6 de febrero del 2004 Manuel volvía a casarse con la venezolana Virginia Troconis, 13 años menor que él, con quien ha tenido dos hijos, Manuel y Triana.
Los mejores momentos
Entre los muchos momentos inolvidables en la vida personal de Manuel Díaz, destacan con fuerza las bodas con Vicky Martín Berrocal y Virginia Troconis, y los nacimientos de sus tres hijos: Alba, de 8 años, fruto de su primer matrimonio; Manuel, que cumple 4 años este mes, y Triana, que llego al mundo el pasado otoño: “Tres criaturas que son aire, luz y vida”. Los tres niños se llevan de maravilla “y a Alba le encanta jugara las mamás con la pequeña”.
En el plano profesional, Manuel recuerda el día de su alternativa en Sevilla, en 1993, como “el más feliz de mi vida, aquello era la meta y la acababa de conseguir” y siempre tiene un recuerdo muy especial para el que fue su apoderado durante muchos años, Paco Dorado: “Me hizo casi de padre, me enseñó esta vida y fue un poco el inventor o creador del fenómeno de El Cordobés. Él cambió mi mentalidad yme llevó hasta lo que soy ahora.
Otro de los momentos más emotivos que recuerda es la confirmación de su alternativa en Las Ventas de Madrid, cuando brindó el toro a su madre: “La persona gracias a la cual estoy en este mundo: a ella también le dije o te compro una casa o te visto de luto”, la misma frase que había pronunciado Manuel Benítez muchos años antes. Esa misma tarde, sufrió una cogida grave pero, por fortuna, pudo cumplir su deseo de comprarle una casa a su madre.
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