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sábado, 1 de septiembre de 2012

Desde entonces ha llovido mucho.
El toro de pelaje negro, bien puesto, de cinco años y medio, llamado Bailaor, del ganado de don Andrés Fontecilla, luego de don Carlos Eizaguirre, se lidió en la plaza de Linares (Jaén) el 29 de agosto de 1883, resultando de una bravura y un poder tan enormes, del que Rafael Molina (Lagartijo) y los picadores de su cuadrilla, José y Manuel Calderón, decían que era toro buen mozo, divinamente encornado, fino y escaso de carnes, en las primeras varas demostró mucho poder, y cuando se quedó en los tercios, sin desafiar nunca y siempre natural en la suerte, tomó veintiuna varas, y con decir que mató 13 caballos es suficiente para comprender que no dejó nada que desear, pues es toro que no puede olvidarse con facilidad y que no tuvo en los tiempos que corrían compañero, pues fue un verdadero fenómeno. Este toro era, hijo de un semental de la ganadería de Miura. Cuando Bailaor dejó la plaza sin caballos el público al comprobar tal bravura exigió más y hasta se pusieron a picar los equinos que tiraban de los coches de los toreros.

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