domingo, 7 de octubre de 2012
ANDRÉS AMORÓS / MADRID
Las seis reses de Valdefresno son buen ejemplo de lo que podemos llamar «el toro moderno»: manejables, bondadosos, mansitos; se quedan cortos, alguno se raja, se apagan pronto; no molestan al torero pero no transmiten emoción alguna... Con este material, sólo destaca Iván Fandiño, que corta una oreja y está cerca de la segunda
El primero se llama «Lironcito», igual que su hermano, con el que se consagró definitivamente Enrique Ponce, en 1996. Éste es un manso rajado, que acaba en chiqueros, pegado a las tablas. La faena de Sergio Aguilar es desigual: muestra valor sereno, consigue algunos naturales francamente buenos pero le tropieza otras veces la muleta. El cuarto embiste corto, a la defensiva. Sergio vuelve a lograr sólo muletazos sueltos y mata caído.
David Mora lancea vistoso al tercero pero marca la salida demasiado pronto. Brinda al Chano. Aunque el toro se ha quedado casi sin picar, es muy justo de fuerzas, se apaga, no transmite nada. La faena se diluye. Muestra su disposición yéndose a porta gayola en el sexto, otro toro suelto, flojo, que va y viene, con la cara alta. David no se acopla, sólo logra emocionar cuando aguanta un parón.
Iván Fandiño redondea una buena tarde. Ante todo, no perdona un quite. El segundo es soso, parado, pero humilla. Iván, muy firme, consigue ligar series por los dos lados, mandando mucho, aunque el toro se apaga. Mata con gran estilo, perfilándose muy de frente, como mandan los cánones: oreja, que algunos protestan.
El quinto, poco rematado, se tapa con la cara. Es manso, sin casta y claudicante, cocea en el caballo: hay bronca porque no lo devuelven. ¿Qué hace un diestro poderoso como Fandiño con un toro así? Usa su inteligencia: le da mucha distancia, inicia cada serie llamándolo desde el otro extremo del ruedo; así, consigue muletazos lucidos y unas bernadinas emocionantes. Vuelve a matar muy bien pero el toro tarda en caer y no fructifica la petición: si se hubiera concedido la oreja, hubiera sido una Puerta Grande muy polémica. Mejor así.
¿Es éste el toro que quieren los toreros? Me temo que sí. En ese caso, el ganadero estará satisfecho, supongo. Mi idea del toro bravo, la que a mí me enseñaron, es distinta: un animal con fuerza, con poder y, sobre todo, con casta. Parece que la Tauromaquia actual ya no lo necesita: así nos va...
El agudo Ruiz Quintano señala que un juez ha acuñado un nuevo «palabro». Con mis cortas entenderas, no lo comprendía. Esta tarde me he aclarado: en la Fiesta, el «elemento consecuencional» es la casta brava; sin eso, todo se derrumba. Como tantos toros modernos...
Fuente. ABC.
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