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jueves, 21 de febrero de 2013

HACIENDO HISTOTIA JOSÈ GOMEZ ORTAGA JOSELITO. Matador de toros nacido en Gelves, Sevilla, España, el 8 de mayo de 1895, en la huerta de “El Algarrobo”, siendo hijo del torero Fernando Gómez, “Gallo” y hermano menor del también matador de toros Rafael Gómez,“el Gallo”. Toma su alternativa el 28 de septiembre de 1912 en Sevilla. El toro “Bailador” de la ganadería de la viuda de Ortega (hijo del toro “Canastillo”), de pelo negro, de escaso tamaño, presencia y trapío, quinto de la tarde, con 290 kilos de peso, el que siega la vida del mítico “Joselito” en la plaza de toros de Talavera de La Reina (Toledo), la tarde del 16 de mayo de 1920. Refieren las crónicas de la época, que el fatídico bicho queda bronco y burriciego después de la suerte de varas, y se defiende tirando tarascadas. Trabajosos pases de tirón. El maestro, decide cambiarle los terrenos. Cuando se separa unos pasos hay una arrancada descompuesta. José espera tranquilo y mete seguro la muleta para darle salida, pero el toro no le ve, precisamente por su defecto visual, y larga una cornada a ciegas. El pitón penetra en el muslo del torero y cuando su cuerpo está en el aire le tira otra con el pitón contrario que penetra, como una puñalada en la cavidad abdominal. Joselito con palidez de muerte en la cara, no puede ni incorporarse del suelo. “Me ha echao las tripas fuera, Blanquet”, apenas puede pronunciar, y se desmaya. Ya camino de la enfermería, con los estertores de la muerte encima dice: “Mascarell, que venga Mascarell”. Joselito padece además del shock traumático, que el corazón le funciona con dificultad. Le atienden los doctores Luque, Ortega y Pajares. ¡Joselito se muere!, le despojan del vestido de torear grana y oro. Colaboran dos médicos madrileños, Torroba y Pastor. Se suministra al moribundo suero, aceite alcanforado y cafeína, provocando una leve reacción. El herido pronuncia estas palabras: ¡Dejadme que me ahogo! Más inyecciones. La vida se le escapa por el boquete de nueve centímetros. Su cuñado Sánchez Mejías, con quien compartía el cartel ese día, entra corriendo a la enfermería y contempla el rostro con tintes violáceos y le toca el triste papel de cerrar los ojos de “Joselito”. Las cuadrillas lloran. El sacerdote de la plaza Felipe Vázquez le suministra los santos oleos y “Joselito” expira a las 7 y 8 minutos de la tarde. El comúnmente aceptado como “el mejor torero de todos los tiempos”, era pura intuición y vocación sin límites. Su técnica perfecta, sus dotes de lidiador, la variedad de su repertorio, el dominio de todas las suertes, le convirtieron en el paradigma del toreo clásico. Por su dominio del toro, en los “mano a mano” con Belmonte siempre le superaba con las reses duras y difíciles, así como en el trasteo de capa. Aquella rivalidad ha sido lo más grandioso en la historia del toreo: “La Edad de Oro del Toreo”, siendo conocido de todos, que aquellos aguerridos lidiadores, rivales en los ruedos y amigos fuera de ellos, se complementaron en sus artes, aprendiendo el uno del otro con una grande inteligencia y dedicación, que evolucionó para bien de la fiesta, el toreo conocido hasta esos tiempos. Esta muerte conmocionó a toda España. Ha sido uno de los mejores y más completos toreros de todos los tiempos. (Crónica de don Juan José Zaldívar Ortega, de su obra “Víctimas del Toreo”.) Don Juan José de Bonifaz Ybarra, el célebre historiador, refiere de este “Califa del Toreo”, que << marchaba alegre José Gómez Ortega (Gallito) a torear aquella corrida en Talavera de la Reina (Toledo), cuya plaza había sido inaugurada hacía años por su padre, a cuyo recuerdo brindaría la muerte de su primer toro. Por otra parte, amén de complacer a los organizadores del festejo, amigos suyos, se apartaba, al menos en una fecha, de la plaza de Madrid, en la que toreó el día 15 y debería repetir el 17, ya que su afición cada vez le exigía más heroicidades. Por todo ello iba contento con su cuadrilla, en la mañana de aquel 16 de mayo de 1920, en el tren rumbo a Talavera, a una corrida de puro trámite en la que alternaría con su cuñado Ignacio Sánchez Mejías en la lidia de seis astados, de la vacada, no asociada, de la viuda de Ortega, de cuyo apellido Corrochano puede aclarar ciertas dudas. El festejo transcurrió sin pena ni gloria, tan solo se lucieron ambos espadas en el tercio de banderillas del cuarto astado, hasta la salida al ruedo del quinto, que haría tristemente popular para siempre su nombre de “Bailador”. Negro de capa, terciado de tamaño, burriciego de condición y certero en la cornada, hirió en el vientre a Joselito en un mínimo instante de distracción empleado en arreglar la muleta, produciéndole la muerte en forma prácticamente instantánea, lo que produjo estupor y congoja en todo el planeta de los toros. El “Rey de los Toreros” había caído, para siempre, una tarde de feria en un pueblo castellano. Todo Madrid lloró durante la estancia de su cadáver en el domicilio del maestro de la calle de Arrieta y toda Sevilla presenció su entierro en el Cementerio de San Fernando, donde ahora velan sus cenizas las figuras de Mariano Benlliure. " En el Blog español en la Internet, "Notas de la Fiesta", refieren que el 28 de septiembre de 1912 toma la alternativa en Sevilla el diestro José Gómez Ortega "Gallito", después de actuar en tan solo 45 novilladas picadas. Contaba apenas con 17 años, 4 meses y 20 días. El padrino fue su hermano Rafael "el Gallo" y como testigo Antonio Posada. Los toros fueron de don José Moreno Santamaría. "Caballero" se llamó el toro del doctorado, No. 16. Vistió "Gallito" aquella tarde de gris perla y oro. De José, "el Rey de los Toreros", dice el también inconmensurable diestro Juan Belmonte: que tenía frente a los demás toreros mortales una actitud naturalmente altiva como la de un dios joven que lo puede todo. Frente a él yo tomaba simplemente, y si se quiere fatalmente, la apariencia de un humilde mortal que para triunfar ha de realizar un esfuerzo sobrehumano, patético, y era verdad, pura y llanamente verdad, un coro de hadas benéficas quisieron derramar sobre José todas las virtudes y casi ningún defecto, desde el primer momento todo le ha salido a pedir de boca, los ases los tiene en sus manos, cuando sale al ruedo, en él se dan todos los resortes, el poderío del guerra, la elegancia suprema de "Lagartijo", el valor sereno de "Frascuelo", el pellizquito de "Cuchares" cuando estaba inspirado, y la gran sabiduría de "Paquiro"; a los 20 años ya es el maestro más completo que se ha conocido. (Que halago más cumplido para Joselito, viniendo de figura tan admirada.)

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