miércoles, 6 de marzo de 2013
ESCRITO REALIZADO POR JAIME MONTOYA ESCAMILLA. TORERO
¡Hecho Insólito en 1960: un toro le corta una oreja a un torero!
in duda alguna lo sucedido aquel 24 de diciembre de 1960 en San Francisco Zapotitlán, en Guatemala, es un hecho insólito en la historia de la fiesta brava, porque estamos acostumbrados a ver y a saber que un torero corte una oreja a un toro, por haber realizado una buena faena y para todos es algo muy natural; pero enterarnos de que un toro le corte oreja a un torero, es algo de verdad insólito.
Tal es el caso que nos ocupa en esta ocasión, por aquellos tiempos, el matador de toros retirado llamado Jesús González, "El Indio" (mexicano, con alternativa recibida en Lima el 25 de diciembre de 1933), hacía empresa en cosos centroamericanos y controlaba algunas ferias importantes en la República de Guatemala, llevando a jóvenes novilleros paisanos suyos, a torear lo que les echaran en aquellos pueblos de Dios, en los cuales los muchachos se enfrentaban armados de afición y mucho valor, más que de dominio de la técnica.
"El Indio", estaba casado con Leonor Rivera (que también toreaba) y decía a los noveles diestros que contrataba, lo que los viejos diestros aconsejan siempre a los que quieren ser toreros: "Un torero debe cuidarse porque el toro es muy celoso; y los toros y las mujeres no se llevan, porque el torero se acaba por la bragueta, así que, el que quiera venir de gira con nosotros, ya sabe: ¡Nada de mujeres, ni copas..!”
Con tales consejos - advertencias, enrolaba a novilleros sedientos de gloria entre los que encontraban en el año 60: Manolo Ureña Y cuyo verdadero nombre es Manuel Espinoza De Los Monteros Ureña), Emilio Rivera, "El Tejocote" (apodo nada taurino) y Leonel Álvarez, alias "El Diplomático".
A Ureña, quien le había rogado al matador- empresario, que lo llevara a Centroamérica, le había puesto la condición de que si triunfaba en la plaza fronteriza de Tapachula, Chiapas, lo llevaría, y le dijo: "Si te arrimas, si te portas bien y no andas de golfo, te prometo que te llevo a Guatemala". Manolo se arrimó, triunfando con novillos de Coapantes, en Tapachula y se portó bien, por lo que "El Indio" le cumplió.
En Guatemala dicen que las mejores ferias comienzan en diciembre, la tercia de novilleros mexicanos obtuvo triunfos en las corridas de Retaluleo y Chicacao, pueblos de cierta importancia, por lo que hubo expectación para ver la actuación de Manolo Ureña, de "El Tejocote", y de la torera Leonor Rivera en la corrida anunciada para el 24 de diciembre de 1960 en San Francisco Zapotitlán.
Manolo en su turno pidió le cerraran al toro en tablas y de hinojos intentó un muletazo cambiado, por la espalda, con la muleta plegada en la mano izquierda, pero el marrajo se le quedó a mitad de la suerte pegándole tremendo derrote del lado izquierdo a la altura de la oreja.
La cornada fue tan fuerte y el golpe tan seco que Manolo se desvaneció, con el rostro bañado en sangre, causó gran impresión cuando le vieron el boquete en el oído izquierdo, sin la oreja, que le había cortado el toro a Manolo, fue un espectáculo tan dantesco que varias mujeres se desmayaron.
La torera Leonor gritaba ¡Su oreja, busquen su oreja!, habiéndola encontrado "El Tejocote" como a cinco metros de donde había sucedido el percance , llena de tierra, la lavó y la guardó.
La impresionante cornada causó gran conmoción, Manolo fue llevado al pueblo más cercano a San Francisco Zapotitlán, Mazatenango, para los primeros auxilios médicos.
Tuvo que luchar para lograr su recuperación del lóbulo auditivo izquierdo que perdiera en el lance, la cornada que inició su trayectoria en el cuello y atravesó garganta, lengua y boca y, por si fuera, poco destrozó el oído externo, provocó el comentario que de era un verdadero milagro que sobreviviese ante la gravedad de las lesiones sufridas.
Además, se atribuye al toro haber cortado la oreja de su oponente y haberlo perdonado, sin matarlo; originándose así el sobrenombre de “El indultado”, su regreso a México fue un largo y doloroso calvario que requirió que con ese valor suicida que caracteriza a los verdaderos toreros, regresara a los ruedos a continuar toreando luego de una dolorosa serie de 12 cirugías e injertos.
Años después, en la plaza jalisciense de Yahualica, el día de San Miguel (el 29 de septiembre de 1968), Joselito Huerta otorgó el doctorado a este torero mártir de la Fiesta Brava, que da, con su ejemplo, una idea de lo que sufren los toreros jóvenes para abrirse camino hasta llegar a la meta: su alternativa.
Toreó por última vez en la plaza de Santa María de Bogotá, Colombia en 1993 a beneficio de un novillero lesionado por otro toro.
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