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martes, 17 de septiembre de 2013

DE DONDE PROCEDE EL TORO BRAVO O DE LIDIA.

ORIGENES DEL TORO BRAVO O DE LIDIA. Según historiadores, el toro primitivo ibérico desciende del uro salvaje que habitaba en el centro de Europa. Al transcurrir del tiempo el uro se transforma, en la Península Ibérica, en el toro de lidia, al ser domado para el espectáculo de las corridas de toros, cuando un arte singular, la tauromaquia o la ciencia de torear, aparece. Sin embargo, es a partir del siglo XVIII cuando asoman las ganaderías organizadas para la producción del toro de lidia, constituyendo la bravura la característica esencial del toro ibérico. Cuando los pobladores de la península ibérica vieron por primera vez un uro, era imposible que imaginaran que aquel 'bicho' con dos cuernos enormes y más de 600 kilos de peso fuese el antecedente de la Fiesta por antonomasia de nuestro país. Los orígenes de este bóvido son confusos, pero ya Julio César lo describió en sus crónicas como 'urus'. Con el tiempo, el uro Se extinguió. Allá por la Edad Media casi no se podía encontrar, pero en España el germen ya estaba plantado. El Toro bravo Raza característica de los bóvidos que sólo existe en la Península Ibérica, en el sur de Francia y en aquellos países de Latinoamérica en los que los españoles lo exportaron después del descubrimiento. Sus orígenes se remontan hasta el plioceno inferior, cuando ya existen ramas diferenciadas de bovis, capra, antílope y bos. Del periodo paleolítico medio de la edad de piedra data el aurochs —del que procede todo el ganado vacuno actual—, y descienden el Bos primiginius y el Bos brachyceros, que en el neolítico dieron lugar al uro primitivo, reproducido muchas veces en las cuevas del Levante y norte de España y del sur de Francia (Véase Arte paleolítico). Los primeros datos históricos que lo mencionan aparecen recogidos en códigos asirios, 1.000 años antes de Cristo, que aluden a las cacerías de estos animales salvajes. En España, el toro vivió en estado semisalvaje hasta el siglo XVII. El toro actual, el de nuestros días, es el resultado del trabajo de selección efectuado desde principios del siglo XVIII por los ganaderos de distintas regiones españolas mediante la prueba de la tienta a fin de elegir para su reproducción ejemplares en los que concurran determinadas características, aquellas que permitieran el ejercicio de la lidia, es decir, la sucesión de suertes que se ejecutan en las corridas de toros desde que el toro sale al ruedo hasta que, una vez que el diestro le ha dado muerte, es arrastrado por las mulillas. Estas características han variado tanto a lo largo de los siglos como el toreo mismo, manteniéndose como sostén del mismo un único denominador común: la bravura del toro. EL TORO, UN ELEMENTO DE DIVERSIÓN Y DE ALIMENTO. En la península ibérica se dieron varias casualidades. para que al uro original se le cruzara hasta llegar al toro apto para la lidia. El cruce del uro salvaje junto con el uro domesticado proveniente de Asia dio como resultado otra especie. Esta característica hizo que el toro fuese más valorado aquí que en el resto del mundo. Y más con el aislamiento al que se vio some­tida la península durante el período de Al-Andalus. El toro era un símbolo mitológico y venerado en algunas culturas. Ahora pasa a ser dominado, que no domesticado. Los antiguos pastores se dieron pronto cuenta de lo indómito del animal. El toro comenzó a ser reclamado para fiestas populares, en recuerdo a las épocas en las que se cazaba y reunía al animal para obtener su carne. En estos primitivos encierros estuvo el origen de la Fiesta. Se tiene constancia de juegos de toros ya en 1215, en la localidad segoviana de Cuéllar . "Al mejor trapío suele corresponder la mejor bravura", asegura José Antonio Del Moral, en su libro "Cómo ver una corrida de toros", aunque se hace necesario señalar que esta afirmación es un tanto polémica. El diccionario describe al trapío como "aire garboso". Cuando se refiere a los toros de lidia tiene que ver con su presencia. Se dice que un toro tiene trapío cuando su estampa, su planta, su presencia causa respeto independientemente de su tamaño. El toro con trapío debe tener peso acorde con su alzada, carnes justas y musculadas, las propias de un ser atlético; pelo brillante y limpio, fino y bien sentado; morrillo grueso, patas finas, pezuñas redondeadas y pequeñas, cornamenta bien conformada y limpia, cola larga y espesa. Ojos negros, vivaces, sin defectos. Trapío El trapío corresponde al fenotipo, es decir, a la apariencia externa y al comportamiento del animal. Según José María de Cossío, se llama trapío de una res "al conjunto de caracteres de apreciación visual que hacen juzgar de su aspecto, estampa y probables condiciones de lidia", si bien por antonomasia por trapío se entiende el buen trapío. En el toro de trapío se exige energía y viveza de movimientos que indiquen su nervio, piel fina o aterciopelada que transparente su potente musculatura, que haga aparecer al animal flaco sin estarlo. Este toro será de esqueleto fino, que se reflejará en su cabeza, cabos (extremos de las patas) y pequeñas pezuñas; será de cuello proporcionado. Los cuernos estarán bien puestos y serán de tamaño medio. La cabeza en el toro deberá ser más bien pequeña que grande; la frente o testuz será ancha y cubierta de pelo rizado; las orejas, situadas debajo de los cuernos, no deben ser grandes y sí vellosas y movibles, indicando nerviosidad y nobleza, y no padecer sordera ni parálisis. Los cuernos serán fuertes y bien pulidos, puntiagudos, bien dispuestos (con dirección lateral primero, luego hacia delante y finalmente hacia arriba y de color oscuro); el hocico, también oscuro, fino y fresco; los ojos, brillantes y encendidos, y más bien grandes que pequeños. El cuello, en general, deberá ser grueso y corto. Según la inclinación de la espalda, se deducirá la aptitud más o menos corredora del bicho. La cruz, rubios o agujas, es el punto de unión del cuello con la línea dorsal. Según sea más o menos patente se llama a los toros altos o bajos de agujas. El dorso deberá ser recto; los lomos amplios y musculosos. El vientre de escaso desarrollo, galgueño, aunque bien conformado, y los órganos genitales machos, de normal desarrollo y bien descolgados. La grupa deberá estar bien desarrollada y las ancas (extremidades posteriores) no serán muy salientes ni tampoco muy próximas. En las patas, tanto el antebrazo como el brazuelo deben ser largos y musculosos. El tendón flexor, despegado y bien desarrollado, así como la rodilla y la canilla gruesas y robustas. Las pezuñas o pesuñas serán pequeñas, duras, casi pétreas, brillantes, sin hendeduras y de color oscuro. El nacimiento de la cola se llama penca o muslo, el cual debe ser de alta inserción, bien poblado en su borla o terminación, que sobrepasará los corvejones (articulación en la parte inferior de la pata y superior de la caña o canilla. Bravura, instinto de defensa La bravura, otra característica esencial del ganado de lidia, no fue consustancial al toro en sus orígenes, sino un evento cultural del ser humano, digno de toda admiración, asegura Del Moral. Como fuerza de brutos definen algunos diccionarios la bravura; y como acción de acometer resueltamente y con constancia, otros. A la bravura se le ha considerado como un instinto de defensa provocada por la cólera del toro en el instante de ser molestado, o como miedo o cobardía ante lo desconocido, o como una misteriosa y natural violencia del toro que ataca a cuanto se mueve o le excita. Una de las características de la bravura es crecerse al castigo, en lugar de huir. El toro verdaderamente bravo, explica el autor español, antes de acometer a su presa, le avisa. Jamás ataca a traición. Se cuadra y se coloca en rectitud ante quien quiere ahuyentarle, le mira fijamente, adelanta las orejas, levanta la cabeza y, a veces, retrocede o avanza a leves pasos antes de arrancarse. Igualmente, debe embestir con prontitud, con nobleza, sin cabecear, siguiendo con fijeza al objeto que persigue para cornearlo, sin cansarse, aunque nunca logre alcanzar a su enemigo. Del Moral, en el tratado antes citado, describe al toro de lidia: "Entre todas las criaturas del reino animal no hay ninguno que reúna caracteres tan bellos y a la par misteriosos como el toro bravo. Algunos son agresivos y fieros, otros tienen el encanto de la nobleza y la fidelidad, unos atraen por su fuerza, por la armonía de su estampa o su pelaje, y también los hay majestuosos y altivos." Solo el toro de lidia es, al mismo tiempo, poderoso, arrogante y armónico, bondadoso y agresivo; algo así "como un guerrero que lleva escrito en sus genes el mensaje de la bravura y tiene una crianza lujosa hasta su madurez, justo el momento en que debe morir". Para el veterinario Sanz Egaña la bravura es "un instinto defensivo, o, mejor aún, un instinto de liberación que se manifiesta por una reacción de carácter voluntario frente a un estímulo exterior". El toro responde por reflejo mediante dos componentes distintos: uno de excitación y otro motor, acusado por reacciones exteriores precisas y ordenadas. La bravura se hace ostensible para el espectador mediante la embestida, cuya rectitud y fijeza ha de ser denominador común de su comportamiento, pero puede observarse en otros muchos detalles en el curso de la lidia. Así, al salir de chiqueros, al arrancarse con viveza ante los capotes desde cualquier terreno y rematar en tablas, sin intentar nunca saltar la barrera; al entrar a los capotes sin levantar las manos (patas delanteras) ni puntear ni derrotar en el engaño ni cortar la salida en la terminación del pase; al arrancarse de largo ante el caballo, bajar y remeter la cabeza contra el peto, soportando el castigo de la vara sin cabecear, sino metiendo los riñones y levantando el tercio posterior para intentar el derribo del enemigo; no cortar la salida ni berrear en los pares de banderillas y embestir por derecho y templado a la muleta sin salir suelto tras el remate del pase ni acortar el recorrido ni abrir la boca en el transcurso de la faena de muleta, para cuadrar bien y pronto a la hora de la muerte. En tiempos se decía de un torero era bravo cuando poseía una valentía singular.

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