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jueves, 27 de febrero de 2014

UN SAMURÀI QUISO SER TORERO.

El Niño del Sol Naciente en los carteles, abandonó su tierra natal en busca de un sueño: vestirse de luces. La Fiesta que Unamuno adivinó en el «bisonteo altamirano» la descubrió él en Japón a través de un reportaje taurino que desprendía «belleza, sentimiento y profundidad» cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. Desde entonces lanceaba en sus duermevelas. Era el Quijote nipón apoderado de la locura del toreo. Con dieciocho años, dejó el archipiélago estratovolcánico y su profesión de bailarín para aterrizar en España con el único equipaje de un esportón de deseos. Rápidamente se enamoró de Sevilla y sus ilusiones se erigieron como la Giralda. Pero pronto se truncarían: en el verano sangriento de 1995 el novillo «Vergonzoso» le propinó una voltereta que tronchó su incipiente carrera.

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