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sábado, 30 de junio de 2012

¿Es lo mismo lidiar que torear?- Sin duda alguna el torero tiene su mejor maestro en el toro, esta reflexión va dirigida al público y al aficionado que guste de diferenciar entre lo que es lidiar y lo que es en verdad torear, dicho esto con el único y primordial objetivo de que sepamos descifrar la lidia de los astados y descubrir los inagotables matices de la lidia. Pero ¿qué es lidiar? La respuesta no puede ser más sencilla y clara: lidiar es dominar al toro. Y ¿cómo se domina al toro? Pues por medio de la inteligencia y de la sensibilidad, que aunado a la técnica llamada también oficio culmina en la maestría y el arte, pero para hacer esto, ¿qué se necesita? Primeramente valor, porque sin la cantidad precisa de valor, un torero no puede desarrollar la sabiduría y el arte que lleva dentro, porque para torear hay que estar cerca de los toros. Sin embargo no todo el que está cerca del toro torea. ¿por qué? Debido a que puede tener valor, pero carecer de la técnica y del talento necesarios, terminando por producir únicamente sustos, en razón de que el oficio y el arte son dos elementos indispensables para suscitar emociones distintas, ante la estética y la belleza de un momento efímero frente al peligro, creados con serenidad e inspiración. No olvidemos que quien se dedica a esta profesión, es un hombre que con inteligencia, valor y arte, “lucha” o pelea y triunfa, ante y con los toros; es innegable que muchas veces el valor, suple todas las deficiencias y le salva de todos los peligros; lo cual será siempre estimable y gallardo, pero en lo personal, yo no puedo aplaudir lances de capa y pases de muleta sin estructura, sin arte, sin gracia, sin gusto, sin técnica, sin inteligencia, sin suavidad y sin destreza, dados por aquí y por allá, es algo que repugna mi sensibilidad, ver una figura desgarbada y violenta me da una sensación de malestar que no puedo reprimir. Aunque para ser franco, en ocasiones no quede más remedio que reconocer aquella decisión, aquella voluntad, aquel deseo de agradar y aquella tremenda valentía que ponen en toda su labor, porque esto es lo honrado y lo noble; y ante tal reconocimiento no me queda más que aplaudirlo sin regateos. Pero vayamos por partes, después del toro, el torero es la persona que tiene mayor protagonismo en los espectáculos de las corridas de toros, su tarea es provocar y conducir repetidamente las embestidas del toro de forma que resulte estéticamente vistosa, meterlo en el engaño, llevándolo con suavidad y firmeza, encelándolo y enseñándole al mismo tiempo a meter la cabeza (una vez que sale al ruedo) en el mismísimo tercio del capote, después deberá llevarlo a la cabalgadura y medirlo con sabiduría una vez que ha salido de la suerte de varas; nunca dejar de observarlo y tratar de entenderlo en su comportamiento al colocarle las banderillas, para después imponerse y templarlo en la suerte de muleta haciendo que destaquen sus cualidades y predominen sobre sus defectos, hasta prepararlo para la muerte mediante la suerte suprema. Aun cuando lidiar y torear pueden ser sinónimos, lidiar a un toro significa básicamente hacerle frente de forma hábil e inteligente, entendiendo sus cualidades y defectos para someterlo a diversas acciones que permitan a su lidiador obtener una faena; pero torear, es algo más que simplemente “enfrentarlo”; va mas allá de eso, no solo es haber entendido el tipo de lidia que requiere, porque repito, el torero lo debe de ir llevando con cuidados y firmeza con el capote hasta llegar al último tercio, que en la actualidad es el más importante: el de la muleta, porque con ella se crearán momentos plásticos bellos tan efímeros pero con una continuidad tal, que permitirán al publico considerarlos como una “faena. Este tercio, no debe ser una sucesión de pases dados sin ninguna relación entre sí, porque una faena no se compone de pases sueltos, más o menos numerosos, ni más o menos artísticos, ni de andar por todos los terrenos del ruedo. El toreo no es toreo, en tanto no se le relacione y vaya ligado en todos sus movimientos con el toro, porque el astado es el que da la medida de la faena: con su clase al embestir y el número de pases que aceptará por uno y otro lado (los cuales siempre serán en número diferente), marcando la distancia a la cual debe colocarse el torero por cada uno de sus lados (porque esto debe de ser lo primero que el torero debe entender, porque si el toro es bravo y conserva poder, se arrancará antes y a mayor distancia que el manso y el agotado; decimos manso por diferenciarlos, en realidad el manso absoluto no existe en el toro de lidia, existe una escala de bravura que va del toro codicioso, rápido, pronto en acometer, pegajoso, que podríamos llamar de bravura agresiva porque va con muchos pies (ligereza), hasta llegar al toro más “dócil”, pastueño, tardo, falto de codicia, al que llamaremos con bravura pasiva. En esta escala intervienen la resistencia y el poder del toro, (inclusive la altitud sobre el nivel del mar de la plaza de toros en que es lidiado), lo que conllevará al matador a tenerlo en cuenta al iniciar su trasteo de muleta, para saber hasta dónde tiene que llegar, si hay que echarla hasta el hocico o ponerla un poco mas atrás acortando él la distancia, así como la mano que ha de emplear preferentemente su lidiador durante la faena, porque en el curso de ésta se irán acoplando toro y torero. Por lo general, el público suele fijarse en si el toro abre o no abre el hocico, lo cual no es mal síntoma, porque es indicio de fatiga o de resistencia, si el toro ha “roto” en la lidia o no ha gastado facultades (no rompió) y conserva el poder, porque cuanto más bravo es el toro más “rompe”, porque pone más esfuerzo en embestir y

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