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viernes, 8 de junio de 2012

Los encastes en México: Es importante mencionar que en la evolución del toro mexicano, al igual que otras especies y el precisar el origen del toro de lidia, es perderse en los grandes misterios de la creación, la evolución del toro mexicano ha ido a la par de su historia como nación, la Nueva España sufrió muchas transformaciones hasta convertirse en el México actual, de esta misma forma los mexicanos hemos sido capaces de desarrollar una fiesta 100% mexicana, con ganaderías que tienen un estilo muy definido y por consiguiente distinto a cualquier otro toro en el mundo; y que se debe sin duda alguna al amor por la tierra y al toro bravo por parte de cuatro familias que son los pilares de la ganadería brava mexicana. Familia Barbabosa: La primera corrida de toros que se celebró en tierras mexicanas fue en 1524, años después de la caída del imperio azteca, ahí se corrían reses de matanza, no había ningún tipo de selección. Para 1552, el conquistador Juan Gutiérrez Altamirano, primo hermano de Hernán Cortes recibió como repartimiento el Pueblo de Calimaya y otras estancias en el Valle de Toluca, ahí formó la hermosa hacienda de Atenco que en la lengua azteca significa junto al río, esta es la ganadería mas antigua del mundo que está aún en pie y ha sobrevivido a las guerras civiles; en 1835, Don José Julio Barbabosa adquiere la hacienda de Santín y en 1853 su hijo Rafael Barbabosa Arzate compra la finca de San Diego de los Padres, para formar su vacada; mientras que su hermano Jesús María hereda en 1860 a Santín; años mas tarde Don Rafael adquiere la ganadería de Atenco del ultimo Conde de Santiago Don José Juan Cervantes, siendo entonces uno de los cuatro pilares de la ganadería brava mexicana (Como dato complementarios debemos decir que ahí nació el primer torero mexicano con alternativa Ponciano Díaz y que Atenco, fue la primer ganadería en lidiar sus toros en el extranjero). En 1867 con la prohibición de las corridas de toros por decreto presidencial de Don Benito Juárez, el ganado de la familia Barbabosa se iba al matadero para venderlo como carne, para 1887 cuando se vuelven a autorizar las corridas de toros fallece Don Rafael y sus herederos tratan de reorganizar la vacada trayendo sementales de Zalduendo, fueron muchos los toros que le dieron gloria a esta casa ganadera, que a base de afición y amor por el toro lograron mediante una cuidadosa selección sentar las bases de la ganadería mexicana. Familia González: En sus orígenes la hacienda de San Mateo Huizcolotepec, servía de paso entre los viajeros que cruzaban al Puerto de Veracruz y a la Ciudad de México, en 1835 fue adquirida por Don Miguel de Miranda a los padres betlemitas (orden fundada por Pedro San José Betancur), quien se la arrendó a Don Mariano González Fernández, quien por fin la compró hasta el año de 1856, siendo desde ese tiempo propiedad de la familia González; su hijo Don José María González Muñoz funda la ganadería de “Piedras Negras” en el año de 1874; para 1889 trajeron toros de diferentes encastes del Duque de Veragua, de Pérez de la Concha y uno del Marqués de Saltillo. Don José María dejó a sus sobrinos Luvín y Romárico González al frente de “Piedras Negras” y Don Carlos González, con la parte que le correspondía formó en 1907 “Coaxamalucan”, en una fracción de la misma hacienda. En 1908 Don Romárico formó “La Laguna” con los toros de Tepeyahualco y un semental de Ibarra, la familia González no solo fueron prolíficos en su descendencia, lo fueron también en el ámbito de las ganaderías de bravo, porque fueron importantísimas en la búsqueda de un toro propio, prueba de ello es que en 1929 “Piedras Negras” fue la primera ganadería mexicana en presentarse España, en San Sebastián. Familia Llaguno: Don José Antonio Llaguno Llaza, de Fresnillo Zacatecas, compro en el año de 1872, la Hacienda de San Mateo, a los descendientes del Conde de San Mateo y Marqués de Valparaíso, poco después compró la hacienda de El Sauz y finalmente la de Pozo Hondo; para 1899, sus hijos Antonio y Julián Llaguno González, se lanzaron a formar una ganadería de reses bravas, para lo cual probaron con vacas de la región de las cuales seleccionaron 30 y las pusieron con un toro criollo también de la zona, sus productos se presentaron en Aguascalientes en 1906, dos años mas tarde trajeron por mediación de Ricardo Torres “Bombita” dos sementales y seis vacas del Marqués de Saltillo y en 1911 diez vacas más con dos sementales de Don Benjamín Gómez. La Revolución arrasó con las fincas y los rebeldes saquearon todo, robaban ganado bravo con excelentes productos que los sacrificaban de día y en un intento por salvar la vacada, la ubicaron en lo alto de la sierra, pero resultó inútil estando los vándalos por todos lados, con mucha afición y haciendo un gran esfuerzo trasladaron lo que se pudo rescatar a un corral en la ciudad de México. Ya con el país en calma lograron transformar aquel toro violento de principio de siglo en un toro de gran calidad y sus productos han escrito con letras de oro las paginas del toreo en México, consolidando la independencia ganadera en México. Madrazo: en 1884, Don Ignacio Madrazo Cabral compró la Hacienda de la Punta, en el Campo bravo jalisciense, al morir se hicieron cargo de la hacienda sus hijos Don Francisco y Don José Madrazo García Granados, quienes en 1918 decidieron formar una ganadería de reses bravas con 40 vacas de San Nicolás Peralta y dos sementales de Parladé; en 1925 al no estar satisfechos con los resultados, se deshicieron de todo el ganado, menos de los sementales españoles y comenzaron de nuevo con 10 vacas de Gamero Cívico, encaste Parlade y 42 vacas y 5 sementales de Campos Varela, en 1940 adquieren otros dos sementales de Domingo Ortega, quedando así definitivamente formada la ganadería de “La Punta” para gloria de su nombre y honra de la ganadería mexicana. Basada en estos cuatro pilares fundamentales de la primera mitad del siglo XX, se consolida la independencia taurina de México, gracias al amor de estas familias a la tierra y a los toros, a la afición y honradez de estos ganaderos que lograron tener un toro propio de México, un animal que es propicio para la lidia y para crear la plasticidad y la belleza en el arte de torear que tanto apasiona a la afición mexicana. Así durante la primera mitad del siglo pasado se fundaron en México, varios encastes que dieron pie a la época más gloriosa que ha tenido el toreo mexicano y que va de mayo de 1936 a abril de 1949, fue la llamada “Época de Oro del Toreo en México”, formada por verdaderas luminarias entre ganaderos, toreros, subalternos de a pie y de a caballo, empresarios, críticos, escritores y periodistas. En el campo bravo resaltaron los nombres González con Piedras Negras y La Laguna, Madrazo con La Punta y Matancillas, Llaguno con San Mateo y Torrecilla, Barbabosa con Atenco, Santín y San Diego de los Padres, acompañados de otros ganaderos relevantes como Muñoz de Zacatepec, Algara e Iturbide de Pastejé, Guerrero de Xajay, y Carlos Cuevas entre otros. En las filas de los matadores, verdaderos gigantes como Fermín Espinosa “Armillita”, Lorenzo Garza, Alberto Balderas, Jesús Solórzano, Luis Castro “El Soldado” y Carlos Arruza, más toreros cuña como Luis Procuna, David Liceaga, Heriberto García y “El Cachorro” Gorráez, entre varios más. En mayo de 1936 vino el primer rompimiento de relaciones taurinas entre México y España, y fue un momento en el cual por vez primera los empresarios taurinos mexicanos, se vieron obligados a confeccionar carteles con toreros y toros mexicanos. No pocas voces auguraban un fracaso completo, por la falta de toreros peninsulares, sin embargo, ocurrió todo lo contrario, los tendidos se abarrotaban tarde a tarde en casi todas las plazas del país, para ver a nuestros grandes profesionales y la fiesta de toros se fue para arriba en forma espectacular. ¿Por qué sucedía eso? ¿Qué había en esa fiesta de particular, para despertar tanto interés? excelente novillero en su juventud en los años setentas y actualmente analista taurino, nos da la respuesta en este escrito), por dos razones primordialmente: una, la variedad de encastes; y dos, la capacidad de los toreros para sacarle provecho a esa diversidad de sangres. La presencia y la pujanza de los parladés de La Punta y Matancillas contrastaba acentuadamente con la movilidad y viveza de los saltillos y murubes de Piedras Negras y La Laguna, con el motor y bravura de los saltillos de San Diego de Los Padres y Santín, con la emotividad de los murubes de Pastejé, y con la raza y cadencia de los saltillos de San Mateo y Torrecilla. Cada atributo de estas sangres, se convertía en diversidad de estilos de embestir, y en variedad de formas y técnicas de torear, porque había espacio para toreros dominadores, artistas o valientes con la muleta, variados en lances y quites con el capote, relevantes y atractivos con las banderillas. Como consecuencia, en los tendidos había también espacio para todos los gustos y disgustos. A grado tal, que se formaron partidarios y detractores de toreros y ganaderos, que domingo a domingo asistían a las corridas para defender a sus ídolos y atacar a los adversarios apasionadamente: armillistas contra garcistas; balderistas contra soldadistas; Zacatecas contra Tlaxcala que se traducen en San Mateo contra Piedras Negras; o el Estado de México contra Jalisco, que quiere decir San Diego de Los Padres contra La Punta, y muchas combinaciones más, diversidad que produjo interés y el interés se convirtió en pasión, la pasión llenó los tendidos y dio una brillantez maravillosa a la fiesta. Hoy en día en México, se crían toros bravos en su gran mayoría de sangre Saltillo pero que ya han sido refrescados con el encaste de "Santa Coloma", principalmente con el de origen "Buendía" ya que traen la fusión de Ibarra-Saltillo, que los ha hecho en España y en México de la predilección de las figuras del toreo, por esto mismo y hace ya algunos años se ha importado a tierras mexicanas ganado del encaste "Parlade" de origen "Domecq" para abrir otras líneas de sangre en nuestro país, debido a que el toro de "Domecq" es un toro que en España piden con mayor demanda las figuras actuales, por ser un encaste, que tiene como principal característica la nobleza y no presenta grandes problemas para el lucimiento del diestro. Fuente:Jaime Montoya ( TORERO )

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