Datos personales

Vistas de página en total

domingo, 2 de diciembre de 2012

EL CAPOTE DE BREGA.
Los avíos de torear: El capote de brega Dicen los que saben, que los avíos de torear (capote de brega y muleta) poseen dentro de sus hilos un cierto “hechizo o embrujo” que ha pesar de ser considerados como “una naturaleza muerta”, reviven en las manos del torero (en una tarde de toros) para el bien torear, para dejarlo crear “su arte”, porque de sus telas surge el momento efímero en el arte del toreo que cautiva, embelesa y hace que las masas (dicho con todo respeto) se entreguen y sucumban ante lo bien hecho, lo bien toreado; porque en esas manos toreras se conjugan: el temple de sus movimientos con la inspiración del corazón y la confianza en su sapiencia, por ello, en los próximos escritos hablaremos de los trastos de torear. No se debe confundir con el capote de paseo que sólo se utiliza durante el paseíllo, que tiene la misma forma que el capote de brega, pero es de menor tamaño, y está adornado con galones, y bordados con lentejuelas de oro e incluso imágenes religiosas. Respecto a esta pieza mencionaremos que es una tradición “entregarlo” al acabar el paseíllo a alguna persona como deferencia para que se lo guarde al diestro durante la corrida y luciéndolo en el muro de la barrera que ocupa. Para diferenciarlo del capote de paseo recibe el nombre común de capote o capote de brega, es un instrumento confeccionado en tela, con forma de capa, que se utiliza desde el inicio de la lidia para bregar (fijar, sujetar y poner en suerte) al toro, o para ejecutar lances artísticos durante los dos primeros tercios de la corrida. Consta de tres partes: El anverso o delantero, de color rosa muy intenso, llevando en la parte central superior un añadido semicircular, en los mismos colores, llamado esclavina; la segunda parte de este es la vuelta o reverso del capote, que bien puede ser de un color amarillo intenso (al cual estamos acostumbrados) o de color azul, verde o morado; que fueron elaborados con la idea de rememorar los avíos de los años treinta; en este reverso va estampado en letras negras el nombre del matador. Y la tercera pieza que lo conforma, es el forro y es la única parte del “percal” que no se ve pero que es fundamental, en razón, de ser la parte que da el peso y consistencia al capote, permitiendo al torero su manejo. Sus medidas son de 2.5 metros de ancho y un alto que varía entre los 113 y los 123 centímetros (de acuerdo a la estatura y gusto del torero) y tiene un peso que está entre los 4 y los 6kg., dependiendo de las entretelas que lleve. Su origen se encuentra en los primeros tiempos de la tauromaquia cuando los caballeros que salían a alancear o a rejonear a los toros, se hacían acompañar de ayudantes de a pie (equivalente a los subalternos en la actualidad), que vestían con capa y se servían de ella, para distraer o retirar al toro en momentos de peligro; y asi pues de aquella capa que era de color rojo y de lana ligera (a la que se llamaba lamparilla) surge el capote. Su propio nombre ha sido un debate o hasta confusión, pues algunos le llaman capote y otros capa, siendo lo correcto capote o capote de brega, porque es el elemento utilizado para el toreo a pie, incluso en la antigüedad lo utilizaban para la suerte de matar, de hecho vemos en muchas láminas antiguas en las cuales el torero lía su capote en el brazo mientras sujeta la espada con la mano contraria para atacar al astado. Hace años el capote se elaboraba en lana pero tenía la desventaja de que se desgarraba fácilmente, por ello más tarde se sustituyó por la seda que resultaba ser mas resistente para impedir que se enganchase el cuerno del toro, sin embargo, al paso de los años también ha cambiado, en la actualidad el capote se elabora de una mezcla de telas “poliéster y nylon”, con varias entretelas para darle un mayor peso y rigidez. Su precio está entre los 250 y 350 euros y por lo general en una corrida en que se lidian dos toros, en el caso de los matadores se deben llevar en la espuerta tres capotes, para el caso de que uno sea roto o destruido por uno de los astados. Fuente: Jaime Montoya Escamilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario