domingo, 5 de agosto de 2012
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Cuando en 1954 adquirió su hierro y su divisa, se ponía en marcha en España una ganadería con carisma que nunca más ha tenido cruces.
Trabajo, dedicación y perseverancia fue su constante habitual.
Como ganadero, su objetivo fue crear un toro que le gustara y, si medio lo conseguía, que pudiera ser rentable.
Fue un ganadero idealista y romántico, para el que el tema económico siempre era una consecuencia y no un fin.
Buscó un toro con raza que aguantara la lidia y con suficiente nobleza para dejarse hacer, pero nobleza de toro bravo.
Perseguía un toro bravo con casta y pudo ver, discreto y en silencio, el esplendor de su ganadería, que sus hijos, sin apartarse un ápice de sus directrices y manteniendo la pureza de la sangre de las reses han conseguido alcanzar.
Una ganadería con sello propio; con encaste propio, es lo que están viendo hoy sus nietos.
Cuando en aquel entonces se hablaba de toros de Cuadri, todo aficionado sabía muy bien de que se hablaba.
Hoy en día, casi 60 años después, cuando se habla de un toro de Cuadri, se comprueba que se trata de los mismos toros que el antiguo aficionado esperaba ver.
Siempre deseó que sus toros no fueran ni para los toreros ni para sacar dinero, sino para disfrute de los aficionados.
MORADO, AMARILLO Y BLANCO, Los colores de su divisa
CASTA, BRAVURA Y NOBLEZA, Su toro ideal.
LUCHADOR, HONESTO Y DISCRETO, su excepcional carácter.
En la ganadería siempre brillará esta trilogía, ya que sus hijos se han encargado de que su huella permanezca viva.
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