lunes, 29 de octubre de 2012
El TORO DE ENCASTE MURUBE.
Como la mayoría de encastes actuales, el toro de Murube parte de la raíz de Vistahermosa, pasando por las manos del Barbero de Utrera, que parece ser que no era tal, de Arias Saavedra y de Dolores Monge, la viuda de Murube, Joaquín Murube y Carmen de Federico, momentos en los que realmente adquirió las señas de identidad que le distinguen, hasta la actualidad, en que es don Fermín Bohórquez uno de los que mantiene más pura la sangre murubeña, que también tuvo en sus manos Antonio Ordóñez.
Los encargados de enfrentarse en Madrid a los primeros toros con el hierro de Murube, propiedad de doña Dolores Monge, fueron El Tato, El Gordito y Salvador Sánchez “Frascuelo”, el 27 de abril de 1868. El triunfo fue sonado y muchos los que siguieron, lo que hizo pensar a muchos que se había alcanzado la cúspide difícilmente igualable en lo que a la cría del toro de lidia se refiere. Los herederos de la ganadera actuaron de diferente manera, uno, Felipe, vende su parte a Eduardo Ibarra, mientras que Joaquín mantiene la ganadería en la casa hasta su muerte. Es en este momento, en 1917, cuando su viuda se deshace de ella a favor de don Juan Manuel Urquijo, anunciándose a nombre de doña Carmen de Federico. Hubo un intento de cruce con un semental de Guardiola Soto, con resultados muy pocos satisfactorios, y un posterior refresco de la sangre con vacas puras de procedencia Murube, a cargo de don Fermín Bohórquez, padre y abuelo de rejoneadores, quien se anunció por primera vez con su nombre el 22 de abril de 1946. Curiosamente, la plaza que le dio su primera bendición fue la de Barcelona, con Domingo Ortega, Juanito Belmonte, “El Calesero” y Pepe Luis Vázquez. Vamos un cartel no pensado para turistas ignorantes precisamente y sí para una afición exigente. Eran otros tiempos.
De cabeza grande, chatos y con ese característico perfil acarnerado tan definido y muy enmorrillados. Bien armados y frecuentemente brochos, lo que es digno de recordar, pues el hecho de verlos más a menudo desmochados para rejoneo, puede hacernos olvidar su presencia original. El Murube es un toro hondo, con papada, patas largas y fuertes, ensillados ligeramente y acabados con una culata voluminosa, un rabo largo y con poblado borlón. Generalmente son negros, algún mulato, castaño y tostado, pero básicamente salen negros zaínos.
Los mismos toros de Murube, anunciados como Urquijo, con que César Girón tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1952, en Barcelona con Farolillo; Julio Aparicio, de manos de Cagancho con Farruquero, el 12 de octubre de 1950, en Valencia, el mismo día en que también se convirtió en matador de toros el Litri, con Pendolito; o Chamaco, con Larguirucho, el 14 de octubre de 1956, también en Barcelona; o el Niño sabio de Camas, Paco Camino, que también se doctoró con un oro de este encaste, Mandarín, el 17 de abril de 1960. Evidentes muestras de que era un toro no solo al que no rehuían las figuras, sino que era el preferido para los días grandes en la vida de un matador. Ahora parecen condenados a ser lidiados casi mogones, como ganado para rejones. Esas tardes en que al público le importa poco si el toro tiene cara de carnero o no, o si son puro murubes, lo importante es ver las cabriolas del caballo, sin hacer tampoco demasiado caso al toreo a caballo.
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