domingo, 28 de octubre de 2012
Garza Arrambide, Lorenzo torero
Matador de toros mejicano, nacido en Monterrey el 14 de noviembre de 1909, y muerto en Ciudad de México el 21 de septiembre de 1978.
Tras lidiar en su tierra natal una serie de festejos que le otorgaron cierto renombre, en el verano de 1932 cruzó el océano y se presentó en España, donde fue oportunamente promocionado por el empresario taurino don Eduardo Pagés. Así, el día 6 de agosto de aquel mismo año compareció ante la afición de la plaza de Santander, dispuesto a tomar la alternativa que había de darle el coletudo madrileño José Mejías Jiménez ("Pepe Bienvenida"). El toricantano, que se doctoró dando lidia y muerte a estoque a reses bravas del hierro de don Celso Cruz del Castillo, renunció pronto a esta alternativa y se retrotrajo al escalafón novilleril, para iniciar de esta forma una andadura torera que, por desarrollarse íntegramente en cosos españoles, habría de darle mayor prestigio.
Ya fogueado en la dura brega por los ruedos patrios, el día 5 de septiembre de 1934 compareció ante el público de la pequeña plaza de Aranjuez (Madrid), donde el genial espada sevillano Juan Belmonte García le cedió los trastos con los que hubo de dar lidia y muerte a estoque a reses bravas de la vacada de don Ángel Sánchez.
Una vez doctorado -con el rigor y la seriedad que requiere tan grave ceremonia- en tierras españolas, Lorenzo Garza Arrambide retornó a su México natal, donde cosechó una serie de importantes triunfos que no pudo revalidar en las plazas hispanas por culpa del contencioso entablado entre los matadores españoles y los aztecas. Solucionado el pleito, reapareció en las arenas de la Península Ibérica en la temporada de 1945, y volvió de nuevo a su patria para torear allí en 1946 y 1947, año en que se cortó la coleta. El 21 de septiembre de 1978, una afección hepática puso fin a sus días.
Lorenzo Garza Arrambide dejó fama de diestro valiente y poderoso, muy destacado en la difícil suerte de parar toros bravos; sin embargo, nunca llegó a asimilar las nuevas artes de quietud y dominio que, postuladas y practicadas por Juan Belmonte, ya habían conducido el Arte de Cúchares por unos derroteros que quedaban muy alejados de su arcaica concepción de la lidia.
Fuente: J. R.
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