domingo, 28 de octubre de 2012
Pastor y Durán, Vicente
atador de toros español, nacido en Madrid el 30 de enero de 1879, y muerto en su ciudad natal el 30 de septiembre de 1966. En el planeta de los toros fue conocido durante los primeros compases de su carrera como “El Chico de la Blusa” y “El Chiclanero”.
En los últimos años del siglo XIX era costumbre en Madrid dar suelta a una res brava al final de las entonces frecuentísimas novilladas que allí se celebraban, para que los animosos aficionados que habían asistido al festejo pudieran exhibir ante sus paisanos una palpable muestra de su arte, su valor y sus deseos de llegara a ser figuras del toreo. Por aquel tiempo y en aquellas populares oportunidades, se hizo célebre en la arena capitalina un joven madrileño al que pronto se le conoció por el apelativo de “El Chico de la Blusa”, en alusión a un largo y llamativo blusón azul que, conjuntado con una gorra de idéntico color, constituía el atuendo fijo del joven y valiente maletilla.
Precedido de aquellos triunfos cosechados cuando era todavía un niño, el joven Vicente Pastor quiso dejar de ser, a sus dieciséis años de edad, “El Chico de la Blusa”, para anunciarse en una becerreda bajo el sobrenombre de “El Chiclanero”. Corría, a la sazón, el día 10 de mayo del año, y tanto éxito logró en su Madrid natal como esforzado becerrista, que al año siguiente ya estaba Vicente Pastor anunciado en los carteles de las principales plazas del país, como miembro de una cuadrilla de novilleros infantiles completada por dos jóvenes aficionados barceloneses (“Patata” y “Mellaíto”).
Decidido, en fin, a emprender una seria andadura torera en solitario, el día 13 de febrero de 1898 compareció de nuevo ante sus paisanos, en la primera novillada picada de la que estaba llamada a convertirse en una larga y fructífera carrera. A la sazón, Vicente Pastor había recuperado su antiguo remoquete de “El Chico de la Blusa”, apodo que decidió sustitutir por su auténtico nombre a partir del día 21 de septiembre de 1902, fecha en la que hizo el paseíllo en Madrid dispuesto a tomar la alternativa. Fue su padrino de ceremonia el admirable espada guipuzcoano Luis Mazzantini y Eguía, quien le cedió los trastos con los que el toricantano dio lidia y muerte a estoque al astado Aldeano, perteneciente al hierro del duque de Veragua.
Los comienzos de Vicente Pastor como matador de toros no fueron tan felices como se presumían durante su brillante trayectoria novilleril, ya que en la temporada en que tomó la alternativa sólo firmó cuatro ajustes. En la siguiente hizo el paseíllo en quince ocasiones, para vestirse de luces ocho tardes en 1904, y sólo siete en 1905. Así las cosas, y habida cuenta de que durante la campaña de 1906 menguó aún más el número de ofertas que recibía -firmó seis contratos nada más-, Vicente Pastor optó por cruzar el Atlántico y emprender por diversas plazas hispanoamericanas un final de temporada que se resolvió en grandes éxitos y un abundante número de contratos.
Vuelto entonces a España, el eco de estos triunfos ultramarinos le permitió hacer veintiún paseíllos en 1907, y veintitrés durante la temporada siguiente, cifra que para aquellas fechas puede tildarse de cumplida, teniendo en consideración que entonces imponían su reinado dos grandes figuras del toreo universal: el diestro sevillano Ricardo Torres Reina (“Bombita”), y el coletudo cordobés Rafael González Madrid (“Machaquito”). Fue precisamente en 1909, y aprovechando que el llamado “pleito de los Miuras” (véase Tauromaquia) había alejado del ruedo madrileño a “Bombita” y a “Machaquito”, cuando Vicente Pastor consiguió el mayor número de contratos que se le habían ofrecido hasta entonces en el transcurso de una temporada, de tal manera que puso fin a esta campaña habiendo despachado treinta y seis corridas.
Catapultado, así, a los primeros puestos del escalafón, en 1910 recibió idéntico número de ofertas. El día 2 de octubre de aquel mismo año protagonizó una de las faenas más memorables (y, a la par, uno de los hitos más curiosos) que jalonan el dilatado historial taurino de la Villa y Corte. Tras enjaretar una espléndida faena a un toro de Concha y Sierra que atendía al nombre de Carbonero, fue galardonado con la primera oreja que se concedía en la plaza madrileña. Aupado por este triunfo, en la temporada de 1911 se vistió el terno de torear en cincuenta y una ocasiones, al cabo de las cuales volvió a cruzar el Atlántico para medirse, en México, con los toros hispanoamericanos.
Fueron estos los mejores momentos de su fértil dedicación al Arte de Cúchares, como lo prueba el dato de que en 1912 firmara cincuenta y seis ajustes, cantidad que constituye la cifra más alta de corridas que llegó a lidiar en una misma temporada. El día 11 de octubre de aquel afortunado año volvió a protagonizar otro episodio relevante ante la severa atención de sus paisanos, ya que se encerró en solitario con seis morlacos pertenecientes a la vacada de Benjumea, y les dio lidia y muerte a estoque en menos de dos horas.
Sin embargo, en la campaña de 1913 sólo intervino en cuarenta festejos, cifra que marca el comienzo del declive de su andadura taurina. En efecto, si el honrado y valiente empecinamiento de “Machaquito” y “Bombita” supuso un azaroso impulso para la carrera de Vicente Pastor, la deslumbrante irrupción de otras dos estelares figuras del toreo -los sevillanos José Gómez Ortega (“Joselito”) y Juan Belmonte García- vino a eclipsar el toreo noble, esforzado y aguerrido -pero exento de colorido artístico- del antiguo “Chico de la Blusa”. Así, en la campaña de 1914 Vicente Pastor redujo a treinta y seis el número de sus intervenciones sobre los ruedos patrios, para firmar al año siguiente veinticinco ajustes, y veintisiete en la temporada de 1916. Tras rematar la campaña de 1917 habiendo dado lidia y muerte a dieciocho lotes, emprendió la de 1918 con la firme decisión de abandonar, a su término, el ejercicio activo del toreo. Y en cumplimiento de dicha determinación, el día 23 de mayo de 1918, sobre la arena de ese ruedo madrileño que tantas emociones le había deparado, se cortó la coleta tras haber dado lidia y muerte al primer toro de la tarde, un burel que acudía a la voz de Cabrero. Se lidió aquella tarde un encierro a beneficio del Montepío de Toreros, benemérita institución que, illo tempore, era presidida por el propio Vicente Pastor y Durán.
Celebrado como un ídolo por sus paisanos dentro y fuera de la plaza (Vicente Pastor fue uno de esos “toreros de Madrid” a los que la rigurosa afición capitalina ha valorado siempre), el pundonoroso espada madrileño vivió plácidamente en su ciudad natal hasta la lejana fecha de su muerte, acaecida un día de otoño de 1966. Si bien nunca llegó a lucir un toreo que deslumbrase por la belleza de su ejecución, la pureza de las suertes que ejecutaba y la verdad que imprimía a cada uno de sus lances calaron hondamente en una afición poco amiga de lucimientos engañosos, poses ventajistas y fingidos alardes.
Además de estos méritos, en la figura de Pastor concurre la honrada valentía de haberse medido con maestros del Arte de Cúchares tan relevantes como los ya citados “Bombita”, “Machaquito”, “Joselito” y Belmonte, y a otros de cuya alta estima ha quedado un recuerdo indeleble en el precioso archivo de la lírica popular española: «Marcial, eres el más grande, / se ve que eres madrileño, / rival de Belmonte, José, / “Machaquito”, Pastor, / y “El Algabeño”». También se recuerda a Vicente Pastor por una aportación personal al instrumental propio de la lidia: fue el inventor del estoque de cruceta, usado para descabellar a las reses que no doblan después de haber sido estoqueadas.
Fuente: J. r.
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