martes, 6 de noviembre de 2012
Pérez Gutiérrez, Armando, o "Carmelo Pérez" (1908-1931).
Matador de toros mejicano, nacido en Texcoco (en el estado de México) en 1908, y fallecido en Madrid (España) el 18 de octubre de 1931. En el planeta de los toros es conocido por el nombre de "Carmelo Pérez". Era hermano de otro famoso diestro mexicano, Silverio Pérez Gutiérrez ("El Faraón de Texcoco"). Su prematura desaparición, sobrevenida como consecuencia de una complicación pulmonar postoperatoria, truncó una brillante y espectacular carrera taurina que, por lo que tuvo de audaz e innovadora en la técnica y la estética taurinas del primer tercio del siglo XX, se había llegado a comparar en España con la del genial espada sevillano Juan Belmonte García ("El Pasmo de Triana").
Tras una briosa etapa en el escalafón novilleril, el joven Carmelo Pérez recibió la alternativa en su país natal el día 3 de noviembre de 1908, en las arenas de la capital mejicana, de manos del magistral torero hispalense Joaquín Rodríguez Ortega ("Cagancho"); el cual, bajo la atenta mirada del matador mejicano Heriberto García Espejel -que se hallaba presente en calidad de testigo-, cedió al toricantano de Texcoco los trastos con los que debía muletear y estoquear a un morlaco criado en las dehesas aztecas de Piedras Negras, que atendía a la voz de Granado. Según cuentan las crónicas de la época, la faena que el nuevo matador de toros enjaretó a esta res fue memorable, digna de figurar en los anales del toreo mejicano.
A raíz de este merecido doctorado en tauromaquia, Carmelo Pérez Gutiérrez se apresuró a confirmar las justificadas expectativas que, en su anterior andadura novilleril, había despertado entre la ilusionada afición mejicana, que enseguida le había visto como una de las inminentes figuras del Arte de Cúchares llamadas a fijar los nuevos parámetros del toreo del siglo XX. Sin embargo, a los pocos días de haber recibido la alternativa de manos del citado "Cagancho" sobrevino la desgracia que, al cabo de un par de años, habría de costar la vida al infortunado Carmelo Pérez. Aconteció que el día 17 de aquel mes de noviembre de 1929, en el mismo redondel capitalino que había presenciado la ceremonia de su doctorado, el toro Michin, marcado con el hierro de San Diego de los Padres, infirió al reciente matador de reses bravas una grave cornada de la que el diestro nunca llegó a recuperarse del todo. No obstante, su enorme afición le impulsó a seguir toreando con idéntica ilusión que la que le animaba antes de haber sufrido dicho percance; y así, logró dar el ansiado salto que le permitió cumplir la máxima aspiración de cualquier torero hispanoamericano: recibir la alternativa en España.
Tan deseada ceremonia tuvo lugar en 1931 en el coliseo de Toledo, donde Carmelo Pérez se vistió el terno de alamares para hacer el paseíllo en compañía de su padrino, el coletudo sevillano Manuel Jiménez Moreno ("Chicuelo"), y del matador toledano Domingo López Ortega ("Domingo Ortega"), presente en calidad de testigo. Aunque el resto del encierro jugado aquella tarde pertenecía a la vacada de Antillón, el toro que sirvió a Carmelo para recibir su alternativa española, bautizado con el pomposo nombre de Presidente, iba marcado con la señal de Terrones.
Cumplido, pues, su anhelo de doctorarse en las arenas españolas, el matador de Texcoco decidió poner fin a las molestias que arrastraba desde aquella grave cogida que sufriera en el ruedo de la capital mejicana. Se puso, pues, en manos de los facultativos españoles, a los que juzgaba más preparados y mejor equipados que los de su propio país. La intervención quirúrgica, realizada en Madrid, se saldó, en principio, con un resultado positivo; pero una posterior pulmonía sobrevenida durante el período postoperatorio acabó de manera fulminante con la vida del malogrado espada de Texcoco. Su hermano Silverio, que vino a España para hacerse cargo de los restos mortales y ocuparse de su traslado al otro lado del Atlántico, tomó entonces la determinación, en homenaje al finado, de seguir sus pasos y procurar recoger su relevó en la misión de dotar a México de un matador de toros de renombre universal
Fuente J.R.
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